Asociación Cultural Bell Stare

El conjunto fue descubierto y dado a conocer por J. Cabré en 1910, en un informe de la Real Academia de la Historia, donde citaba el hallazgo de inscripciones y grabados que denominó "Montaña Escrita de Peñalba".

Parte de las inscripciones, las de mayor tamaño y grado de conservación, fueron arrancadas y vendidas al Museo Arqueológico de Barcelona, donde se conservan, y otras se trasladaron al cercano pueblo de Villel, que posteriormente fueron destruidas o abandonadas en algún lugar desconocido.

El conjunto arqueológico ocupa una notable cornisa rocosa, en la margen derecha del río Turia, junto a la entrada del denominado Estrecho de Villel, lugar en que se produce una notable reducción del valle y se crea un punto de fácil control en el camino de comunicación con la zona levantina.

La investigación actual considera el conjunto como un santuario céltico, el más importante de la Península Ibérica, y posiblemente donde se documenta con certeza la presencia de culto a la divinidad céltica Lugu.

Posee más de veinte textos epigráficos (en su mayor parte perdidos o trasladados), en lengua céltica y en latín, y centenares de grabados de carácter religioso (motivo geométricos, animales como aves, ciervos, caballos; figuras humanas estilizadas, entre las que destaca una posible representación del propio dios Lugu).

Se identifica también un conjunto de canales y cubetas excavados en la parte superior de la roca, posiblemente relacionados con rituales sacros de libación o sacrificio de víctimas.

Se trata de un santuario céltico al aire libre (Julio César se refiere a este tipo de santuario como Locus Consacratus), un espacio abierto posiblemente carente de cualquier tipo de construcción, símbolo de la claridad sagrada y celeste (Nemeton), y lugar donde se produce en encuentro entre los humanos y el mundo de los dioses. Su localización se interpreta también como un símbolo social y étnico: se encuentra en el límite entre celtíberos e íberos, y refleja la mezcla y simbiosis de creencias, ritos y costumbres de ambas culturas.

La cronología del santuario es imprecisa, aunque los investigadores más rigurosos datan la mayor parte de las inscripciones, tanto célticas como latinas, en torno al cambio de Era, y el siglo I d. C. La utilización sacra del lugar se atestigua con las numerosas cruces grabadas en toda la cornisa, quizás como un intento de cristalizar un lugar donde todavía en los siglos V y VI, debían realizarse celebraciones de carácter ritual. La presencia de numerosas cruces paleocristianas puede responder a este hecho.

Se trata de uno de los elementos arqueológicos más notables de Aragón, y posiblemente del santuario céltico antiguo más importante de los conocidos en todo el ámbito europeo, tanto desde el punto de vista lingüístico (el estudio de las inscripciones es fundamental para conocer las lenguas célticas europeas), como religioso.



Información facilitada por 'Museo de Teruel': museo.dpt@aragob.es

Contactos: luis.a.martin@teleline.es